Algunas veces al año, los medios de comunicación hablan de un índice de desarrollo alternativo al producto bruto interno (PBI): la felicidad nacional. Los periodistas más informados explican que se trata de la medida del desarrollo en Bután, un país asiático, donde se mide el nivel de placer de sus habitantes de vivir en esta nación. Además, de más fácil acceso, tenemos el sondeo de la firma Gallup, que mide y compara el humor de los pobladores de todos los países del planeta.
Más allá de la anécdota, estas mediciones nos recuerdan que las decisiones —al menos, las decisiones públicas— deben procurar el bienestar de los ciudadanos. La inversión puede servir para tres propósitos:
- La creación de riqueza.
- El bienestar de las personas.
- La conservación de los ecosistemas.
A través de los años y la acumulación de estudios, cada vez más, se reconoce que el bienestar y el crecimiento económico están vinculados. Esto repercute en la necesidad de enfocarse en importantes aspectos, como la inclusión social, la sostenibilidad ambiental y la buena gobernanza. En ese sentido, las políticas que promueven el acceso a servicios básicos, como la atención médica, la educación y la protección social, pueden ayudar a garantizar que los beneficios del crecimiento se compartan ampliamente. De hecho, estas políticas propician el crecimiento mismo como un proceso iterativo.
¡También le toca al sector privado!
La idea fuerza es buscar y desarrollar inversiones que provocan efectos positivos en la vida de las personas. Ustedes, que impulsan el desarrollo desde el sector privado, podrían pensar que la frase precedente no apela a sus intereses, pero lo cierto es que sí lo hace. ¡Les toca a ustedes también!
Piensen un momento en la invención y el mercadeo de los teléfonos inteligentes: las empresas que invirtieron en este producto apostaron que sería rentable, ¡por supuesto!, pero fue rentable porque generó felicidad en las personas que utilizan estos dispositivos. Al fin del recorrido, para el sector privado, producir valor es aumentar la felicidad de los consumidores.
Se trata, en consecuencia, del mismo escenario y la misma lucha del sector público.
Conciliar objetivos
La cuestión que queda por resolver es la conciliación del bienestar y el crecimiento con la conservación de los ecosistemas. Esta idea puede ser desafiante, por lo cual se reconoce que es difícil mantener el ambiente intacto, mientras la población crece y la necesidad también.
La tarea es reducir la huella de nuestra actividad económica y promover inversiones en energía renovable, reducción de las emisiones de carbono y reúso de los materiales, a través la economía circular. Sin embargo, por un tiempo, todavía no lograremos reducir la huella global de la humanidad sobre el planeta.
Prescripciones
- Identificar, en su sector, qué es lo que vuelve a las personas felices.
- Encontrar una forma de invertir que responda a las necesidades de felicidad de las personas.
- Minimizar el impacto negativo de sus actividades, tanto en lo social como en lo ambiental.
Referencias:
Felicidad nacional bruta: https://es.wikipedia.org/wiki/Felicidad_nacional_bruta
Reporte sobre la felicidad: https://worldhappiness.report/ed/2022/happiness-benevolence-and-trust-during-covid-19-and-beyond/?fbclid=IwAR0IGx7G7ojECFdq-5OZmrDo21BMYlUiSLDU3gIJ9o1gdeOhdioT545dduM
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